Acabé agarrando el móvil con el mismo tembleque de las primeras veces.
“No, no lo hagas” me repetía. “Lo has hecho bien hasta ahora, no caigas”.
Me decidí a no mandar nada, pero mis dedos ya habían tecleado rápidamente. Bombardeándole mediante palabras, escupiéndole reproches.
"ENVIAR”.
No fui yo, fueron ellos.
Cuando me vi completa de consciencia parecía que el aparato ardía entre las manos. Lo tiré a la cama sin dejar de mirarlo expectante.
Volvía a temblar.
Volvía a temblar esperando la respuesta.